de vientre plano
traga tierra, inunda brazos.
yo te tuve, misericordiosa,
rondando por las pestañas,
demorando el pestañear.
no es mi culpa el salto hirviente, ni la altura.
no es mi culpa el mundo tan grande
ni los ríos que se retuercen y
hacen surcos y saltan y salpican y todo lo perturban.
de boca ancha
y sabores dispuestos.
yo te tuve, misericordiosa,
nadando tranquilo y a veces violento,
envenenado por la piel suave
por el crujir intenso de las patas
por el chapoteo lento en el pantano.
te dejé pastar, te alargué la cuerda,
te pasé la mano en el madrugar justo,
te solté las aves.
no es mi culpa el cielo indefenso,
el aire tan vacío,
la crueldad de los nidos,
la efervescencia del suelo.
no es mi culpa el encenderse,
el fin de año, tus dedos nuevos.
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