las luces verdes de las esferas me reclaman, la diosa
arrodillada en la leche de un volcán, esquivan en el vuelo las fieras las
desgracias, se agachan con la exactitud de un pavoroso infarto subiendo por el
brazo y el saber, el saber que es el momento y la erupción, el roce subterráneo
de los cuerpos, la lengua que reconoce al dueño, la soga que amamanta al
esclavo, el pecho que se parte en los pobres, las bocas que reclaman otra vida
menos seca, menos verbo, más cálido abrazo de las aguas en las sienes, menos
miedo, más salto. más salto.
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