tetera de vos

hoy extraño a mis hombres.
no ha pasado gran cosa fuera de eso. conseguí una jarra hermosa en la feria de Siomar y las tropas se retiraron de ese país en el que estaban por figuración de uno que pensó que podíamos y queríamos. nadie pregunta ya si podemos o queremos, ese es el problema. y el alma se me alegra de pensar en el imbécil aquel enardecido por las tropas y en las flores de la jarra que son como violetas, parecidas.
y es que en realidad extraño a uno, solo a uno, pero no se cuál, no lo distingo, entonces me hago extrañar al resto. la jarra, a decir verdad, es una tetera, pero es màs fácil cambiarle el nombre que recordar el propio, porque ¿quién sería?, ¿cuál de ellos?. la sensación es totalmente extraña, dice la radio, el país conmovido, las calles volcándose de gente, hirviendo. apago la pava, vuelco el agua hervida en la tetera. me pregunto si valió la pena y sé que no, mandar a tanta gente para hacerla volver, pasar tanto tiempo queriendo a alguien con el cuello y el deseo y no acordarse que ya había una tetera en casa, pero sin flores y que al final se extraña siempre un solo abrazo, un solo regresar, como si no hubiéramos sabido que apenas llegar declaraban la paz, porque será muy bonita, eso ni negarlo, pero aquí no tomamos té, ni comemos vidrio.
y el general tan imbécil ese, y vos tan vuelto otros.