creo que voy a llorar. viene el pajarito ese y se para en mi hombro de nuevo a cantar y todo amarillo como es, lloro.
no quedándome más alternativa, por eso de los violines ahogándose en pleno fondo azul mar, ahí, chocándose. y las abuelas sacando ojos de peces de las cajas envueltas para regalo, una que codea a la otra y arruga la manito moviéndola para arriba, para abajo, no, no sabe para qué es, y se ríe, y todas ríen, tan lindas.
como si pudiera hacer otra cosa, otra que llorar, saltar en un solo pie, fingir un ataque de pánico y correr, izar banderas ajenas, vestir con cariño y paciencia a niños que siguen diciendo no soy huérfano señora, no, quiero a mi mamá.
quizás sea la época, el siglo, este fin de semana largo y rosado, de esos que pican en la punta de los dedos, negándose rotundamente al presente y a la pulcritud, te ponen el pie en la espalda y de rodillas no queda otra que extrañar a cuanta inmunda tía se tuvo, a ver fotos de bordes fileteados y emocionarse así, hasta que la voz se te cambia por una más bagualera, las manos se llenan de bordes de piel impensados, la casa se vacía de gente, de domingos obligados y de olor a almendras, y de repente, la mecedora se llena de huesos viejos que resultan ser tuyos, de una viejita tristísima con la boca y la vida para adentro, extrañando.
2 comentarios:
Gracias, andaba necesitando limpiar los ojos... ({)
Tristeza.
El segundo párrafo es lo mejor que he leído de usted, me parece. Sobre todo la frase final. Un abrazo.
L.
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