a veces es imposible salir se vos. y donde quiera que esté, en cualquier entramado urbano de vasta ausencia, en ascensores sin rumbo, sin pisos, en campos interminables que bien podrían ser todo un país, llegan de golpe tus azulejos blancos y naranjas, se construyen solos como un inmenso castillo de naipes, naipes que traen tu iluminada y mínima sonrisa, tus olores de vida traída a cuestas.
arremeten con esa velocidad de recuerdo indestrutible, de orfandad palpable y estoy de vuelta entre las paredes que una vez nos vieron, que todavía te ven.
y sos tan cierta entonces, tan presente ahora, que nadie podría decir que un día te fuiste y que no está ahí la planta, la mesa, el detergente, las flores soberanas de tus años, la hierba creciendo fresca en toda la casa.
todo es tuyo en el castillo de naipes, nunca ha dejado de serlo. incluso yo, desde otro tiempo. todas las palabras que quieren decir los cambios del aire y la piel, la tierna disposición de un sol que entra cansado en las galerías.
nada ha muerto y nadie muere en el castillo.
sin embargo, mi corazón late más lento.
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