vivimos dentro de una fortaleza arrepentida, cansada, sudorosa, con cara de querer morir tanto, tanto. nosotros, todos, flotamos dentro, con ese aire a pena que no nos deja ver y nos chocamos todo el tiempo. a veces, con la rapidez y furia de una colisión inevitable; otras, suave como los ombligos breves de los niños que no han terminado de cumplir sus años.
la fortaleza nos cobija como a pájaros rabiosos en una jaula abierta. fetos de un útero tibio y triste, no sabemos bien si este es nuestro nacimiento o hemos venido a morir aquí, olvidando todo, dentro de esta madre desvencijada y complaciente.