dejarte en los muslos estas hebras cocidas de tarde, humeando todavía cerca del sexo confundido.
y te quedes creyendo (no que creas): que yo estoy aquí, que no me fui corriendo con el polaco a tocarnos detrás de la higuera.
como esa vez que hablabas de monk y de keith jarret, y humeabas mi pelo con tu cigarrillo etiquetado, pero yo mientras me tocaba, pensando en el polaco, sin desatender la sonrisa complaciente cada elementales cinco minutos, temporalidad exacta en que tus ojos buscaban vida humana lejos de las alturas.
yo te beso como te besaba entonces.
de nuevo te dejo, ahora sí, que creas: que yo estoy aquí, por un irrefrenable y súbdito amor de párpados caídos. sin decirte nunca que si estoy es porque no puedo dormir sola, porque sueño con insectos peregrinando por mi cuello, que es más fácil pensar cuando suena tu voz, que bien podría ser la del polaco.
flor de puta, me dirías, casi te oigo, si supieras todo esto que te digo cuando pestañeo, toda esta retórica imperceptible a los ojos de un caballero como vos.
porque, siendo sinceros, preferís que te mienta. que me apure a subirme a tus palabras y te bese de nuevo, como te estoy besando.
que no piense en el polaco y mucho menos en tocarnos, que sea tu hermoso atril de piernas dispuestas, siempre oliendo a duraznos, hablando con la misma propiedad de la solapa de los libros.
pero no ser nunca, no, el par de labios disfrazado de señorita que ves de noche, cuando me quedo dormida, y llorás.