Mi casa está llena de fantasmas.
Uno camina por las noches
Tropezándose con otra gente y
ellos tampoco son felices.
Si rozamos la pared, se descascara
Si llueve, gotea.
Si es verano, el calor nos ahoga.
Y vemos desde el patio
los misiles de una guerra silenciosa
que nadie ha dicho.
En mi casa no se dice,
está prohibido decir,
llamar a los fantasmas.
No se puede saludar ni querer,
no se puede mirar de frente a los
ojos de nuestros propios muertos.
Porque cómo explicarles entonces
que tampoco a ellos los quisimos,
que lloramos a una familia que no es
nuestra,
que nos faltan cosas que ellos no
conocieron.
Que esto que nos dejaron no significa
nada
que esta carne de la que estamos hechos
es igual al pasto, a un hueso, al suelo.
Cómo mirar de frente a un fantasma
con tanto miedo a vernos.
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