había una vez

el viejo se afila la punta de los dedos, para evitar que salgan las palomas, dice.
en la mesa hay un reloj naranja a cuerda, un libro de cuentos correntinos y las virutas de la piel inmaculadas, nada de sangre, nada de dolor, solo la piel en serpentina del viejo,
queriendo ser paloma, por siempre, por dentro.
hay un arrullo guardado en las uñas, en los dientes, en el montoncito de plumas que sale del bolsillo del viejo.
aletea de a ratos, en medio del mercado, tirando mandarinas, pateando cajones,
rozando las lonas del cielo.
qué bochornoso guardar tantas aves adentro. y un pico en la nuca insulta al médico.
esto no se cura, dice el hombre vacío. el viejo sonríe.
y se va a su casa, a sacar el techo.