intento experimental de pseudo literatura sin hilo narrativo sobre "Requiem" de Antonio Tabucchi (del archivo)

Es gracioso darse cuenta de cómo insistimos en las mismas miradas, las mismas que reconocemos solo al final de la historia.
Es la sensación del maní crujiendo en nuestros dientes, finalmente vencido, muerto y saciado en el destino de su naturaleza.
Es la sensación de olor a café viejo que nunca visitamos, con las paredes estampadas de azulejos verdes hasta el cielo de su melancólico y moribundo techo.
Es esa palabra de nuevo... ay... repitiéndose hasta el cansancio en nuestras cabezas como un suspiro que martiriza las paredes de nuestra razón, y mucho peor, de nuestra realidad... "saudade"... "saudade"...
Tenía siempre una caja de fósforos en el bolsillo de la chaqueta. Por cada cosa prendía un fósforo, aún ante la ausencia de las velas. Le encantaba. Era el chasquido, la presión exacta, el tacto, lo áspero, la luz que se encendía en el instante infinito de sus ojos.
Las sábanas estaban inmensamente limpias. Sin una arruga retorciéndose en ellas.
Tendidas hasta el infinito, y estrechas, tirantes, casi locas.
Se llama Lisboa. Se llama Isabel.
Querías soñar conmigo.
Todo es verde y blanco aquí. Etnóloga.
Alentejo.
Hay sartenes colgados en la pared de la cocina. Y una pequeña mesa muy austera, y es tan simple que se vuelve lo as importante de la habitación.
Eufeia. Herpes zoster. Remordimiento. No creo en las fábricas.
Era una almohada blanca, casi pura. Y su cabeza era la fruta prohibida.
Amarillo como en las visiones, como en el sueño, como en la espera. Hay violines y me estoy volviendo loca de angustia en cada escalón que baja, ¿por qué no sube?.
Se me antoja un cigarrillo, casi lo siento en mi garganta y me da tos. Es raro, huelo a humo.
Why I don´t look like my dreams?
Madame Isabel.
Muerdo las uñas de los años.
Requiem. Antonio Tabucchi.